martes, 31 de marzo de 2015

El antisemita y racista origen de la semana santa (texto corregido).

Por Sergio Fernández (@Serxiuxo en Twitter).

La semana santa es, para los comedidos cristianos, la conmemoración de la pasión y muerte de Jesús. Según el calendario lunar, la noche, la lluvia y las estrellas, iniciando el domingo de pascua, los días más importantes son el jueves, viernes, sábado y, de sobre manera, el último domingo de resurrección; asimismo, aunque sabrá alguien qué signifique tal cosa, para la cristiandad porta un carácter fraternal ya que es, sustancial y fundamentalmente, no tanto un compromiso de filiación semejante al de algún legislador en campaña, o la rúbrica fulgurante de la ceniza en la frente, como sí una sintaxis de pertenencia al mundo y la fragua de sus generalidades; no les gusta saberse solos, pues, como a ninguno de nosotros tampoco. Quizás de tal abstracción sacrificante se ha fecundado el cansadísimo hábito de las desmañanadas en domingo para ir a la iglesia, y luego resucitar de una tibia resaca mientras las ansias de una tarde frente al televisor se vuelcan imperturbables. 

Durante las infinitas crisis de ingobernabilidad del bajo imperio romano, y el asecho revolucionario de las tribus bárbaras circundantes que reclamaron una rebana de pastel al emperador hasta dividir el territorio peninsular, el Dominado, periodo despótico de anarquía militar, revueltas y hasta inflación en los mercados, acumuló las sobras de motivos políticos para darle al gobierno absoluto un emperador sobre el que se recolectaría el estatus único del ejercicio del poder político y el derecho. En medio de aquella transición del Principado al Dominado romano, a alguien tenía que ocurrírsele que al estado divino de las leyes le urgía la aprobación no solamente de la nobleza tanto como el de los esclavos, los artesanos, la clase trabajadora y la milicia; habría que asignarles algunos días oficiales de asueto, reflexión, calma y atole, y un pretexto para recordarles a su madre, a Jesús y sus libros, o lo que cuentan que escribieron sobre él, quien venía otorgándoles la gracia histórica del señor de los cielos para estar al mando, desde hacía unos siglos atrás. Cualquier parecido con la actualidad es mera coincidencia.

Así, fue durante el Concilio de Nicea I, en el año 325 y convocado por el emperador Constantino I y el obispo San Osio de Córdoba, con el inminente derrumbe del Imperio Romano y el hambre de la unificación de la iglesia cristiana, donde se estableció que la pascua habría de ser celebrada bajo ciertas restricciones y amenidades. Primero, pues, sería en domingo; nunca en shabat judío, no vaya a ser. Luego, que no se empalmara jamás de los jamases, Jesús de Veracruz, tampoco con la pascua judía que se celebra cualquier día y no estrictamente el séptimo de la semana. Finalmente, fue don Dionisio el Exiguo, el fundador del cálculo de la era cristiana, quien pusiera orden entre alejandrinos y romanos para definir el día de la pascua. 

Cito: "La pascua de resurrección será el domingo inmediatamente posterior a la primera luna llena, tras el equinoccio de primavera, y se debe calcular empleando la luna llena astronómica. Por ello, puede ocurrir no antes del 22 de marzo y el 25 de abril como muy tarde."

Amén. 

Muchos siglos después, para el siglo XIX, el protestantismo luterano que también celebra la semana santa a su manera, enfocada a la pasión de Jesús, encontraría su cresta epistemológica en la industrialización alemana y el pragmatismo sociológico. 

Cito del “Antisemitismo jalifista” (http://www.sdpnoticias.com/columnas/2013/02/14/el-antisemitismo-jalifista, mi columna del día 14 de Febrero de 2013): "Toda la obra de Weber es fundamental y orgánicamente antisemita, no sólo redujo la metodología del materialismo marxista sino que contribuyó con abundantes herramientas, una tras otra, a la conceptualización de lo espiritual como agente subordinante, o subordinado, de la actividad económica. Pensaba, pues, que la comunidad judía, debido a su orden espiritual, tiene una concepción distinta de las esferas políticas y económicas y, por tanto, habrían de participar, históricamente, en menor proporción en las capas ilustradas de la industria. Así, diferenció el acercamiento de la comunidad judía y católica, respecto a la protestante, y la sustancia de las relaciones de trabajo entre estas, con las actividades económicas exitosas a partir de las capacidades de trabajo e inclinaciones donde, según el autor alemán, serían los protestantes los que escalarían los puestos superiores del proletariado ilustrado y de la burocracia industrial hacia el progreso económico." 

Por tanto, concluyo enfáticamente que cada acto de fe cristiana y protestante, como la conmemoración de la semana santa, ha reducido, históricamente, las posibilidades de conciliación con la comunidad judía. 

Me voy de vacaciones, santos. Es cuanto.

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